Amo
el arte en cualquiera de sus expresiones, todo lo que tenga que ver con la creatividad
y el ser original, la cursilería que hay que tener para conquistar a su pareja,
y la sinceridad para poder conservarla. Roberto Arróspide
Mi primer contacto con el arte fue a los 4 años, en el
nido, era la clausura del año escolar, todos contentos, jugando, correteando
atrás de una pelota; cuando de pronto, me tropiezo y siento dos guantes blancos
que me sujetaban, levanto la mirada para ver quién me sujetaba y veo una mezcla
de pinturas en su rostro , una nariz roja y una peluca naranja; en ese
instante, hubiera preferido terminar de irme al suelo y fracturarme algo; y por
obvias razones terminé llorando desconsoladamente, y díganme la verdad ¿ No es tierno
ver a un niño de 4 años llorando por un payaso?”.
“Después de esa experiencia preferí ver a los payasos
solo por televisión…”
A los 9 años de edad, ya recuperado de ese trauma
circense, en el colegio, la profesora armó una pequeña obra sobre el día de la
independencia, que no fui escogido, hasta que por cosas del destino y
de algo que le cayó muy mal, un amigo se enfermó del estomago y no podía
actuar, la profesora en su “desesperación”, como escape dijo: “Roberto, tu actuarás, serás
Cochrane”.
Y sin saber un carajo de lo que era pararse en un escenario
me dieron mi guión, diez minutos antes de salir a escena, yo nervioso, sin
contar con la orinada de pantalón que me metí. Tuve que aprenderme solo lo siguiente:
·
…* Esto
era parte del guión, durante toda la obra me la pasé en escena, callado, parado
y sin decir absolutamente nada.
SALEN TODOS DEL
ESCENARIO Y SE ESCUCHA LA VOZ EN OFF
COCHRANE: (VOZ EN
OFF) Que viva el Perú !!
FIN...
Sé que no era mucho lo que debía decir, pero estaba muy nervioso durante toda la obra, que cuando me tocaba decir esa frase, recuerdo
que salí corriendo al medio del escenario y una voz enérgica se apoderó de mi y
dije: Que viva el Perú, Carajo!!; la
profesora, la directora de la escuela, los padres de familia se quedaron perplejos, fueron los tres segundos más vergonzosos de mi vida, pasado ese lapso de
tiempo, la multitud responde de manera gloriosa “Que viva” ; y es así como me gané los aplausos de todos los padres de
familia.
Y es por culpa de la profesora, que mi madre, en un afán de
tenerme ocupado y no andar en la casa rompiendo floreros, me matriculó en
clases de teatro.
Pasaron los años y mi madre en un comienzo se arrepintió
de haberme entregado al arte, del monstruo que había creado, una bestia imparable había aparecido en que quehacer teatral.
Pero hay cosas que ya están marcadas para que así
sucedan, les explico por qué :
Vengo de una familia llena de artistas, Mi abuela, en sus
años mozos, se dedicó a la actuación en su natal Barranca (Norte Chico), mi abuelo
, que no tuve el placer de conocer pero, orgulloso, llevo su nombre, cantaba como un
jilguero sureño ( era de la ciudad de Tacna); Un tío que educó mi oreja, con
ese piano que solo él sabía tocarlo a la perfección, “El Richard Clayderman de Jesús
María”; mi padre, que es un talento del humor y del baile; también recuerdo mucho a una tía que le gustaba
escribir poemas , otra que coleccionaba
los boletos de los autobuses ( calculo sin exageración, que en esa canasta
habían más de 2000 boletos), y una en especial que me hacía unas señores
fiestas, con chisitos, papitas, tortees caramelos, y sus buenos refrescos, en porciones generosas, cada vez que la visitaba.
Esta es la razón por la que amo el arte, porque es parte
de mi, y si volviera a nacer, elegiría ser el mismo que soy, con las mismas
virtudes y carencias.
Creo que
ya lo dije todo, si se me quedó algo por decir es sólo porque son demasiadas
las cosas que no les conté y que ya las contaré en el próximo Post.